Maritza Sepúlveda, bióloga marina y académica de la U. de Valparaíso:

“Las ballenas son capaces de reconocerse y de coordinarse para lograr una alimentación efectiva”

“Las ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) hacen una red de burbujas como estrategia para alimentarse y recientemente aprendimos que estas ballenas no se ordenan al azar, sino que lo hacen de manera coordinada. Esto quiere decir que siempre los mismos individuos ocupan las mismas posiciones y eso hace más eficiente el proceso de alimentación. Esto me llamó mucho la atención, porque demuestra que existe una comunicación y una coordinación efectiva entre estos animales. Si bien las ballenas clasifican más bien como especies solitarias y que viajan solas, cuando llegan a estos lugares de alimentación son capaces de reconocerse, de individualizarse y de coordinarse para lograr una alimentación efectiva. Ese conocimiento, que los obtuvimos como comunidad científica hace dos años solamente, lo encuentro sumamente interesante y demuestra la capacidad cognitiva de estos animales”.

Dos ballena fin. La ballena fin (Balaenoptera physalus) es el segundo cetáceo más grande después de la ballena azul y una de las ballenas más cazadas en el Chile ballenero de antaño. Crédito: ©Francis Pérez
Dos ballena fin. La ballena fin (Balaenoptera physalus) es el segundo cetáceo más grande después de la ballena azul y una de las ballenas más cazadas en el Chile ballenero de antaño. Crédito: ©Francis Pérez

Juan Capella, investigador de Fundación Whalesound y de Fundación Yubarta:

“Las ballenas fueron llevadas al borde de la extinción y siguen siendo animales tremendamente pacíficos”

“Mencionaría un aspecto biológico-ecológico y otro relacionado con la humanidad. En el primero, me ha impresionado la capacidad de las ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) de ubicarse y de retener sitios geográficos muy puntuales, a los cuales es muy difícil acceder. La mayoría de los individuos de jorobadas que conozco son capaces de llegar al mismo lugar, que es un lunar dentro de los fiordos patagónicos, como son los alrededores de la Isla Carlos III. Es muy impresionante, porque hasta ahora desconocemos su mecanismo de ubicación en el océano, pero funciona perfecto, y se trasmite de generación a generación: a estas alturas, conozco a tres generaciones de ballenas jorobadas y los hijos y los nietos siguen regresando al mismo sitio.

Otro aspecto que me impresiona en ballenas jorobadas es que algunos individuos, que aparentemente no son parientes, se mantienen juntos durante largos periodos de tiempo, incluso décadas. Eso sugiere que existe algo se ha encontrado en primates superiores y en algunas especies de delfines: que en ellos existe lo que podríamos llamar amistad. Aún falta hacer estudios precisos de material genético para esclarecer si efectivamente son parientes lejanos o no tienen nada que ver entre sí, pero eso me parece muy notable.

Y desde la humanidad, creo que como seres humanos deberíamos aprender algo de ellas: las ballenas fueron llevadas al borde de la extinción hace 30 o 40 años y, sin embargo, siguen siendo animales tremendamente pacíficos. Cuando aparece un barco, muchos ejemplares de ballenas se acercan, pasan por debajo y aparentemente no tienen o han perdido el temor que pudieron provocarles las embarcaciones que las cazaban. Piensa que muchos de estos individuos que uno ve haciendo estas aproximaciones estaban vivos cuando aún existía la caza de ballenas, porque son animales muy longevos, entonces muchos ejemplares que actualmente son adultos fueron jóvenes en la época de la caza y probablemente sus parientes o parte de su población fueron cazados, y aun así no presentan comportamientos agresivos o algo que uno podría llamar el odio del ser humano. Es algo que las personas debieran aprender para tratar a otros humanos y a las otras especies del planeta. Es una enseñanza moral y ética”.

Una ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) antes de una inmersión en la isla Chañaral. Crédito: ©Francis Pérez
Una ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) antes de una inmersión en la isla Chañaral. Crédito: ©Francis Pérez

Camila Calderón, veterinaria, directora del CEMM e integrante del colectivo Soplo a la Vista:

“Fertilizan el océano permitiendo y promoviendo la proliferación de vida”

“El mayor aprendizaje en este caminar ha sido darme cuenta de que no siempre vamos a poder entender todo sobre las ballenas. Me han mostrado que hay cosas que siempre serán un enigma y quizás eso mismo hace que para mí sean tan especiales. Por otro lado, lo que más me ha sorprendido de las cosas que he leído sobre ellas es que, además de ser carismáticas y que permiten la protección de otras especies -es decir, son especies paraguas-, son fertilizadoras del océano. Eso lo encuentro demasiado especial. Lo compararía con el abono que le echo a mis plantas: además de todo lo maravillosas que son, las ballenas fertilizan nuestras columnas de agua permitiendo y promoviendo la proliferación de vida en el océano y, por consecuencia, los alimentos para las comunidades costeras y para otras especies marinas.

Lo otro muy importante, a modo más filosófico, es que las ballenas me han hecho una invitación a cuestionarnos como humanos. Existen algunos movimientos internacionales que buscan que algunas especies de cetáceos sean considerados como ‘personas no humanas’ y eso me ha hecho pensar mucho en cuáles son las características que a nosotros nos definen como seres humanos”.

Ana García, fundadora del Centro de Investigación de Fauna Marina y Avistamiento de Cetáceos (Cifamac):

“El amor y la protección entre las ballenas, al punto que incluso aceptan individuos de otro grupo”

“Es muy buena la pregunta. Hace dos meses fui mamá y quizás por eso hay aprendizajes que hoy valoro más. Trabajé en una investigación en la isla Mauricio, en el océano Índico, y en esa ocasión descubrimos que los cachalotes son capaces de adoptar hijos de otras familias. Realizamos análisis genético para ver el parentesco dentro de un grupo muy cerrado de cachalotes, donde la abuela se llamaba Irene y cada cachalote tenía su nombre, y descubrimos que una de las nietas de Irene no era del mismo linaje, porque su código genético era diferente. Eso quería decir que venía de otra familia y tal vez por qué motivo la tuvieron que adoptar, entonces vivía en el clan de Irene. También hay un caso interesante en Mejillones: durante tres años consecutivos hemos visto a una ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) con su hijo o hija, y lo más increíble de este caso es cómo transmite su cultura, porque los cetáceos tienen la capacidad de trasmitir sus conocimientos de padres a hijos. Al igual que nosotros les enseñamos asombrosos a nuestros hijos, esta ballena jorobada le enseña a su hijo una estrategia específica para cazar anchovetas. Esta técnica no la hacen otras ballenas jorobadas en todo Chile, solamente se ha visto en Canadá. Entonces, como aprendizaje destacaría el amor y la protección entre las ballenas, al punto que incluso aceptan individuos de otro grupo. Y también destaco que son capaces de transmitir sus conocimientos de padres a hijos, y esto ocurre en muchas especies de cetáceos, no solo en las jorobadas.

Una ballena fin en las cercanías de isla Chañaral. Crédito: ©César Villaroel
Una ballena fin en las cercanías de isla Chañaral. Crédito: ©César Villaroel

Frederick Toro, médico veterinario, miembro de la ONG Panthalassa y profesor de la UST de Viña del Mar:

“Las ballenas pueden ser la clave para la cura del cáncer”

La primera vez que vi una ballena fue en enero de 2008, en el Estrecho de Magallanes. Esa vez sentí muchas emociones indescriptibles, que se repiten cada vez que veo una ballena, y me di cuenta de que quería dedicar mi vida a estas especies. Durante estos años estudiándolas, lo que más me ha impresionado es saber que las ballenas pueden ser la clave para la cura del cáncer. Todos los animales presentan riesgo de tener cáncer y se sabe que la edad aumenta la probabilidad de padecer esta enfermedad, pero hay especies de ballenas que viven más de 200 años y aun así no presentan cáncer. ¡Eso es increíble! Lo que ocurre con el cáncer es que el ADN de las células se daña, empieza a replicarse en forma descontrolada y así se genera la enfermedad. Pero en las ballenas no ocurre eso. No se sabe aún cuál es la explicación. Es llamativo, porque constantemente están cambiando la piel, ese proceso ocurre cada seis horas, y a pesar de esa constante replicación celular no les da la enfermedad. Es decir, un animal que puede vivir 200 años podría ser la clave para uno de los enigmas científicos de la humanidad.

Carlos Olavarría, biólogo marino y director ejecutivo del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA):

“No debemos quedarnos con una sola explicación (la más obvia) para explicar qué sucede con las ballenas”

“Me voy a centrar en las ballenas francas australes (Eubalaena australis) y diría que el aprendizaje es que debemos pensar hipótesis alternativas y no quedarnos con una sola explicación (la más obvia) para explicar qué sucede con ellas. Esta especie se considera En Peligro Crítico en Chile, ya que hay muy pocos avistamientos en la actualidad. Se sabe que fue más abundante en el pasado y que la ballenería debe haber impactado mucho a esta población.

Esta especie se distribuye sólo en el hemisferio sur y hay poblaciones que se reproducen durante invierno-primavera en las costas de Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica y en Argentina. En todas estas áreas se estima que hay alrededor de 2-3 mil individuos, sus áreas de reproducción están en lugares de latitudes entre 40 y 50ºS, por lo tanto, uno esperaría que la población de Chile debería acercarse a costa entre junio-octubre, en el sur, y que deberíamos tener en el orden de miles de individuos.

Mirando la geografía de Chile, en el sur, hay bastante ocupación y uso costero, excepto en el Golfo de Penas y sabemos que allí pueden pasar cosas y nadie se entera, como la mortandad de ballena Sei (Balaenoptera borealis) que hemos tenido al menos desde el 2015 a la fecha, pero esa es otra historia.

Y justo sucede que el año 2017 tomamos contacto con un expedicionario (Daniel Torres, de Destino Patagonia) que vive en Puerto Tranquilo y visita regularmente el área del Istmo de Ofqui que da para el Golfo de Penas y nos comprueba esto al avistar ballenas francas con crías el invierno de ese año 2017. Esto mismo lo volvió a observar el 2020, cuando en medio de la pandemia logró ir al lugar y registrarlas nuevamente, y más recientemente el 2021, cuando en alianza con el CIEP registramos nuevamente hembras con crías en el mismo sector. ¿Qué significa esto? Que estuvimos mirando en el lugar equivocado y que las ballenas francas en Chile no están tan mal como pensábamos”.

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