El emblemático cóndor andino (Vultur gryphus) es el ave terrestre de mayor envergadura en el planeta y símbolo de nuestro escudo patrio. Es un ave carroñera propiamente tal, dado que se alimenta exclusivamente de carroña o animales muertos, cumpliendo así una tarea muy relevante para nuestra salud: la de mantener los campos limpios de fuentes de infección.

Recientemente, un trabajo publicado en la revista Ornitología Neotropical pone en evidencia los cambios que han tenido los hábitos alimenticios del cóndor frente a un entorno cada vez más intervenido por la acción humana.

El trabajo conjunto entre científicos del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC), el Centro de Investigación para la Sustentabilidad (CIS) de la Universidad Andrés Bello, el Laboratorio de Ecología Aplicada (LABECOL) de la Universidad de Los Lagos, y de la empresa consultora Biomérica, buscó determinar la composición de la dieta del cóndor andino en una zona con alta intervención humana en Chile central, en la comuna de Til Til, Región Metropolitana

©Cortesía CAPES UC
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El estudio analizó 280 egagrópilas de cóndor andino. Estas son regurgitaciones de material que los cóndores no son capaces de digerir, como pelos, huesos y otros desechos. En ellas se encontraron 12 tipos de presas y 9 tipos de desechos de origen humano. Los cóndores se alimentaron en un 99% de mamíferos -cabras, caballos, ovejas y conejos, entre otros-, un 7% de aves, y un 31% de basura, principalmente conformada por plásticos, seguido de papel, vidrio y plumavit.

“El consumo de residuos sin valor nutricional e indigestibles como bolsas, papeles y tapas, entre otros, puede llevar, especialmente en polluelos, a una disminución en el consumo energético, afectando su condición corporal e incluso pudiendo llegar a morir de inanición, ya que como estos permanecen en el estómago mayor tiempo que un alimento genera sensación de saciedad y no se alimentarán de forma correcta. En los individuos adultos y juveniles también se puede producir daño directo a sus órganos, generando por ejemplo úlceras estomacales, rupturas digestivas y obstrucciones debido al consumo de vidrios o cuerdas, pitas, lanas o nylon”, explica Melanie Duclos, investigadora CAPES y candidata a doctor en Medicina de la Conservación de la U. Andrés Bello, una de las autoras del artículo.

©Cortesía CAPES UC
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Entre otros efectos dañinos, que pueden llegar a ser letales, están la reducción de su condición corporal, bajas tasas de crecimiento y baja reproducción producto de daños internos como laceraciones, respuestas inflamatorias, estrés metabólico, entre otras. “Incluso existen evidencias que algunas partículas pueden cruzar la pared del intestino y translocarse a otros tejidos del cuerpo con consecuencias aún desconocidas”, agrega la experta.

“El desafío actual es lograr entender y abordar el problema a una escala espacial y temporal más amplia. Nos gustaría hacer un seguimiento exhaustivo de la dieta del cóndor andino a lo largo de su distribución para comprender los cambios y dinámicas que ocurren en términos de disponibilidad/preferencias de recursos alimentarios. También poder determinar cuáles son los principales residuos que están consumiendo y cuáles son sus fuentes primarias y secundarias de consumo en ecosistemas terrestres, así como los riesgos para su salud, tanto a nivel individual como poblacional”, afirma Duclos.

Monitoreo

La población estudiada utiliza la zona de Til Til, donde operan rellenos sanitarios, y el estudio muestra que los utilizan como fuente complementaria de alimento, situación que expone a los cóndores a la ya mencionada gran gama de riesgos directos e indirectos para su salud. Es por ello que la empresa KDM, propietaria de uno de los rellenos que opera en la zona, desarrolla desde 2005 un monitoreo y ha implementado una serie de medidas efectivas que han reducido considerablemente la presencia de cóndores en su relleno, incluida una estación de alimentación complementaria que podrá contribuir en el largo plazo en beneficio de la conservación del cóndor andino.

El cóndor andino

Vultur gryphus Linnaeus 1758 (Falconiformes: Cathartidae), habita desde Venezuela hasta Cabo de Hornos, por la Cordillera de los Andes, cordilleras próximas a ella y las costas adyacentes del Océano Pacífico.

©Cortesía CAPES UC
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Los adultos presentan una coloración negra y blanca, con un collar de plumas blancas en el cuello y algunas partes superiores de las alas. Puede llegar a medir 142 cm de altura y 330 cm de envergadura alar. Los machos, de tamaño superior a las hembras, pesan entre 11 y 15 kg., mientras que las hembras entre 8 y 11 kg. (Figura de dimorfismo sexual y de aves en vuelo) Ambos se diferencian principalmente por la presencia de una cresta en el caso de los machos, la que está ausente en las hembras.

Estos carroñeros alcanzan la madurez sexual a los 7 años y anidan entre los 0 y 2.500 a 3.000 msnm aproximadamente, generalmente en formaciones rocosas inaccesibles. Poseen una tasa de reproducción muy baja, poniendo un solo huevo cada dos años, y son monógamos, es decir, tienen una pareja única durante toda su vida. Es una de las aves más longevas, pudiendo alcanzar la edad de 75 años en cautiverio.

©Cortesía CAPES UC
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En Chile central, específicamente en la Región Metropolitana, la población del cóndor andino se encuentra amenazada por varios factores como la pérdida y alteración de hábitat, la caza, el envenenamiento y la reducción de las fuentes de alimento. Esto ha generado cambios en sus hábitos alimenticios, pasando a depender casi exclusivamente de especies exóticas y domésticas; como también, de recursos alimenticios de baja calidad como “desechos” orgánicos domiciliarios. Este cambio en el comportamiento alimentario implicaría un importante factor de riesgo para el cóndor andino, ya que el consumo de desechos humanos en rellenos sanitarios trae aparejado el riesgo de intoxicaciones por consumo de desechos químicos, siendo esta una causa frecuente del ingreso de cóndores a centros de rehabilitación.

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