El 2015 será un año histórico. Año en que  los expertos proyectaron que el Polo Norte podría quedar libre de hielos por primera vez en la historia; año en que la humanidad agotó su presupuesto anual ecológico en menos de ocho meses -este 2015 necesitamos de 1,5 planetas para satisfacer nuestras necesidades-; año en que continuamos pescando más peces de los que los océanos pueden criar, talando más árboles de los que somos capaces de regenerar, emitiendo más carbono a la atmósfera del que el ecosistema puede absorber.

Si continuamos así, si mantenemos esta tendencia que viene aumentando aceleradamente año a año, la humanidad necesitará contar con 3 planetas para poder abastecernos en el 2050; año en que además se alcanzará el máximo de habitantes de la Tierra. La proyección, sin duda, no trae buenas noticias para esta generación y menos para las que se espera que puedan venir.

Pero también será el año en que se acordó un compromiso histórico que unió a países y personas de todo el mundo para comprometerse en lograr un mejor planeta para vivir. En septiembre de 2015 se aprobaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) –los que nacen para sustituir los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) firmados el año 2000 y que en 2015 ya expiraban-; acuerdo internacional formado por 17 objetivos y 169 metas que son “una llamada de atención (al mundo) para compartir la prosperidad, la autonomía de los medios de vida de las personas, garantizar la paz y sanar nuestro planeta en beneficio de las generaciones presentes y futuras”, según Ban Ki-Moon, Secretario General de la ONU, organismo que lidera esta iniciativa a la que suscribieron más de 193 países.

Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible nos hablan de acabar con la pobreza, combatir la desigualdad, proteger el medioambiente y luchar contra el cambio climático, para que al 2030 podamos confirmar que estamos en un planeta que resguarda y entrega vida digna para todos/todas aquellos la componen. Se trata de un ambicioso plan, el que además es de carácter voluntario, pero la riqueza de este proceso está no sólo en hacernos conscientes como humanidad de que ya no se puede continuar al ritmo actual (¡necesaria reflexión que por fin se hace una urgencia!), sino que está en que es un acuerdo creado luego de negociaciones entre los países miembros de la ONU, pero en donde también representantes del mundo político, de la sociedad civil y empresas, entre otros, se hicieron parte de este proceso que implica responsabilizarse por y para el mundo en el que vivimos. Es un acuerdo global sin precedentes que considera a la persona como el centro de su ser y su clave para la acción.

Y sin duda al Paisaje también, y sobre todo su conservación. El Objetivo 11 nos habla de Ciudades y Comunidades Sostenible; el 13 de Acciones por el Clima; y el 15 de cuidar la Vida de Ecosistemas terrestres; todos los que atañen directamente al cuidado y promoción del paisaje. Es en este “nuevo contexto global” es donde el paisaje cobra más relevancia que nunca; ese que entendemos no sólo considerando la flora y fauna que lo compone, ni el ecosistema que lo contiene, sino que como todo aquello que existe en un entorno –natural y/o no- y que es parte de lo que somos como sociedad, como cultura.

Pero el que más sentido hace en este contexto, y el que es relevante de destacar para que realmente ocurra el cambio que se propone y espera, es el Objetivo 17: propiciar Alianzas para lograr los Objetivos. ¿Por qué? Porque el paisaje es un grupo de seres y cosas que lo componen para que éste exista. Es una suma de acciones voluntarias y naturales que hacen que lo que hoy nos rodea sea un reflejo de lo que somos y queremos ser. Pero el dilema está en qué responsabilidad tomamos como seres humanos en esta composición, porque los componentes naturales con su sabiduría ya están haciendo –y siempre lo han hecho- aquello que les corresponde en este engranaje global. El reto es hacer que éste se conserve respetando la riqueza de un pasado, se desarrolle de manera inteligente y articulada en el presente, y se proyecte sosteniblemente para el futuro, y esto nos toca a las personas, a los que no hemos hecho hasta ahora lo que nos correspondía, pero que la evidencia local y global –y que estos Objetivos reflejan- nos obliga a tomar conciencia y empezar a cumplir el rol que nos corresponde, uno que debe ser organizado y en alianza para que tenga un real y masivo impacto.

A nivel global son muchas las personas que ya lo están haciendo, y más las iniciativas que –como Ladera Sur- están uniendo a los que toman una responsabilidad por lo que les corresponde y no niegan los retos que nos presenta el mundo de hoy. Hacernos parte e informarnos es la clave, pero también lo es el no continuar creyendo, como dijo sabiamente Nicanor Parra, que “La tierra era nuestra cuando la verdad de las cosas es que nosotros somos de la tierra”.

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