Desde adentro, el río se ve con otros ojos. Es algo que amantes de la navegación fluvial repetimos muchas veces al punto de parecer un cliché, pero cuando estás inmerso ahí dentro, al nivel del agua, sueles realmente comprender lo que significa. Al navegar un río, las olas y los obstáculos, que desde la orilla parecen pequeños, se triplican en tamaño; al pasar por ellos te engullen y sacuden, recordando la fuerza milenaria que ha esculpido los paisajes de la tierra.

Si elevas la vista, según la geografía que el río atraviese, podrás observar paredes de roca que se extienden hacia arriba, desde donde suelen colgar helechos y árboles que saludan al paso. También es posible admirar frondosos bosques a los que nadie tiene acceso. Los ríos son torrentosos en la cordillera, pero luego sus aguas se calman en el valle, donde los llanos se extienden a ambos lados y los arbustos y hierbas crecen en las orillas.

©Paulo Urrutia
©Paulo Urrutia

Atravesando estos parajes, los kayakistas somos unos bichos raros. Bajando el río enfundados en curiosos trajes, parecemos astronautas acuáticos en nuestras naves de plástico fosforescente, pero no somos los únicos navegantes de estos cursos de agua. Tenemos también que reconocer la diversidad de organismos que habitan estos lugares. Y en el río podemos contemplar todo tipo de especies. Una de ellas, y que siempre nos ha sorprendido por su agilidad en el agua, remontando corrientes peligrosas e incluso anidando bajo grandes cascadas, es el pato correntino, quien supera con creces nuestras habilidades no-natas en el río, pues estos seres son naturales.

©Bastian Gygli
©Bastian Gygli

Estas fascinantes aves habitan en ríos y riachuelos torrentosos, localizados en ambientes boscosos, abiertos o de montaña. Se encuentra casi siempre en las zonas más correntosas y su gusto por las aguas blancas se extiende a su familia, ya que desde muy pequeños aprenden a navegar y leer las líneas del río.

Suelen desplazarse en pareja o en grupos familiares, surcando los rápidos con destreza o descansando en rocas sobre el agua. Hay un momento especial en el río cuando alguien exclama “¡Un cortacorrientes!” y los que entendemos este llamado, volteamos rápidamente la cabeza en busca de su cuerpo hidrodinámico coronado por una cabeza y cuello blancas con franjas negras –en el caso del macho– o una cabeza más grisácea en el caso de la hembra, la cual posee el pecho de un fuerte rojo ladrillo.

©Bastian Gygli
©Bastian Gygli

A diferencia de la mayoría de los patos, tiene un pico muy agudizado que le permite cortar el agua al sumergirse. Este intrépido pato bucea fácilmente entre las corrientes, propulsado por sus alas y patas, alimentándose activamente de insectos, larvas, pequeños moluscos y algas. Esta ave suele sospechar de nuestros botes, dado que es de hábitos desconfiados y territoriales, por lo que al pasar cerca suyo, suele alejarse río abajo, en vuelo rápido rasante o a veces, simplemente se zambulle y navega hacia otro lado del río. Sin duda, su lectura de las corrientes del río no tiene rival, como kayakistas tenemos mucho que aprender de su naturalidad y elegancia.

©Paulo Urrutia
©Paulo Urrutia

A veces, hay grandes caídas de agua por donde se lanza al acantilado con fuerza por los ríos. Los kayakistas gozamos caer con ellos. Nos ponemos en posición y llegado el momento justo, al borde del precipicio, damos la palada acompañada del movimiento de piernas que nos permite volar y caer suavemente sobre el colchón de espumas que se forma en la base de una cascada. Es una sensación de vértigo y euforia inigualable. Sin embargo, a veces esa sensación nos nubla la cabeza, y creemos que saltar una cascada es la mayor proeza posible.

Pero cuando se trata de zambullirse en picada en el río, el verdadero rey es el Martín Pescador. Aún no existe kayakista que haya saltado una cascada y salido con un pez entre sus dientes. Esta inconfundible ave de ambientes acuáticos se reconoce por su cresta azulada. Es frecuente verla posada en una rama junto al río, solo o en pareja, desde donde se zambulle velozmente para capturar peces. Su vuelo ondulante suele acompañarlo de un estridente grito de alerta. Para distinguir entre hembra y macho es necesario mirar su pecho: el macho tiene el pecho rojo completo mientras que la hembra posee un pecho azulado con la parte inferior rojiza.

©Flavio Camus
©Flavio Camus

Para nosotros es común bajar el río en grupo. Una caravana de colores que sigue el curso del agua, riendo y jugando. Durante estos descensos solemos encontrarnos con los patos yecos, un tipo de cormorán de cuello corto y grueso, que posee una coloración general negro pizarra. Esta ave se encuentra en todo tipo de aguas interiores con abundancia de peces. Su comportamiento es gregario, le gusta andar en grupos, y suele volar en bandada con forma de “V”.

Descansa sobre rocas y ramas, extendiendo sus alas para secar su plumaje. Es muy hablador cuando se encuentra en colonia. Pero también es desconfiado. Estas aves, al ver al kayakista fosforescente, suelen levantar el vuelo y alejarse río abajo.

©Bastian Gygli
©Bastian Gygli

La importancia de involucrarse con el entorno

Lamentablemente, estas tres especies se encuentran amenazadas por diversos motivos. La contaminación por desechos líquidos industriales, las especies introducidas (como el visón, quien se alimenta de los huevos de aves), pero también las centrales hidroeléctricas de paso y su capacidad de secar y destruir largos kilómetros de río; todo esto ha alterado profundamente la ecología de los ríos, disminuyendo la abundancia de estas y otras especies.

Para comprender la dimensión de nuestro impacto, tenemos que recorrer nuestro territorio y sentir el peso de su geografía sobre nuestros cuerpos. La atención dirigida al ambiente nos permite comprender que no estamos solos. El paisaje no es un escenario estático en el cual podemos hacer lo que queramos, nosotros pertenecemos y construimos ese paisaje en conjunto con un sinfín de especies, entre ellas las tres aves mencionadas.

©Paulo Urrutia
©Paulo Urrutia

La moda de los deportes al aire libre es una gran oportunidad de generar un cambio, pero es un arma de doble filo: los deportes también pueden ser experiencias superficiales, de mero goce personal, donde visitamos lugares prístinos y alejados, para volver llenos de satisfacción personal a la ciudad, o nos jactamos de nuestras grandes proezas; logros realmente pequeños en comparación con la dimensión temporal y espacial de nuestro planeta.

Como deportistas y amantes de las caminatas está bien disfrutar de la naturaleza, pero también tenemos que aprender sobre su historia, las amenazas, y formas de protegerla. Al correr, al caminar, al remar o surfear, recordemos detenernos a observar. Y al volver a casa, conversar sobre lo que hemos visto.

Después de todo, son las horas de contemplación y esos eternos minutos mirando atardeceres, o atravesando acantilados donde el único sonido que se sobrepone a tus latidos es el fluir del agua, hasta que oyes el grito “¡un correntino!” y te das vuelta y ves el blanco con franjas negras pasar junto a ti, son los que nos permiten comprender cómo funciona el mundo que nos rodea.

©Bastian Gygli
©Bastian Gygli

Referencias

Aves de Chile, Sus Islas Oceánicas y Península Antártica: Una Guía de Campo Ilustrada. Autores: Enrique Couve, Claudio F. Vidal y Jorge Ruiz T.

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...