Fotografías de auroras australes y boreales dieron vuelta el mundo durante este fin de semana, incluidas las captadas por algunos integrantes de nuestro equipo durante el Laboratorio del Festival de Cine Santiago Wild, llevado a cabo en la Reserva de Conservación Torres del Paine.

Los cielos se tiñeron de diversos colores, siendo el rojo el que se llevó toda la atención en el sur de Chile, desde La Araucanía hasta las regiones de Aysén y Magallanes.

Este fenómeno se dio en el contexto de la tormenta geomagnética extrema de clase G5, la más fuerte registrada en las últimas dos décadas, que fue alertada previamente por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.

Estas tormentas se producen cuando el sol emite una gran cantidad de partículas cargadas y radiación electromagnética, las que terminan por interactuar con el campo magnético terrestre y la atmósfera superior de la Tierra.

De acuerdo con la ciencia, puede tener 3 orígenes distintos: eyecciones de masa coronal, erupciones solares y corrientes de viento solar de alta velocidad. La tormenta, cuyos efectos se evidenciaron en nuestro país por primera vez en 165 años, se clasificó dentro del primer caso.

En esta línea, las eyecciones de masa coronal son en realidad grandes nubes de plasma y campo magnético lanzadas al espacio desde el Sol, cuyo material expulsado puede viajar hasta 500 km por segundo.

La energía liberada es la que puede incluso llegar a interferir con las comunicaciones, la red de energía eléctrica, la navegación, así como con las operaciones de radio y de satélites. Sin embargo, también es la responsable de dar origen a las auroras polares, las que se conocen como auroras australes en el hemisferio sur y como auroras boreales en el hemisferio norte.

Estas luces bellas y únicas pueden ser de diferentes colores. Todo depende del tipo de gas con el que las partículas cargadas del viento solar interactúen. La interacción con átomos de oxígeno se inicia a unos 250 km de altitud, lo que da como resultado uno de los colores primarios de las auroras: el rojo intenso y morado. Algo más abajo, la mayor abundancia de ese átomo, junto a la presencia de nitrógeno ionizado, provoca los colores verdosos y amarillentos.

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