Son las 8am y los bocinazos y el chillido de frenos gastados acompañan a la gente que espera la locomoción en Av. Libertador Bernardo O’Higgins. A 20 metros, en la salida del metro Universidad de Chile, la gente empieza a trepar por las escaleras de metal. Se miran de reojo, arreglan sus ternos, el maquillaje o hablan por celular. Muchos doblan hacia la derecha: es la intersección de Alameda con Ahumada. Tres pilares de cobre de cinco metros y patinados por el tiempo marcan el inicio del Paseo Ahumada.

Primera cuadra: el comercio

©Diego Urbina
©Diego Urbina

– “Apúrate que nos ganan el puesto”, le grita una señora a un joven que trae un carro con bufandas y gorros.

El murmullo de la gente que ingresa a Ahumada deja atrás los sonidos de Alameda. Un mar de personas con códigos empieza a cubrir el primer tramo del Paseo: desde los pilares de cobre hasta Moneda. En los 120 metros de baldosas y adoquines, 15 carros con vestimentas y juguetes llenan el lugar. Son puestos legalizados por la Municipalidad de Santiago. Otros prueban suerte colocando un mantel blanco en el suelo con sus productos. “Pañuelos a mil”, grita Manuel. En un par de segundos, recoge sus cosas en una toalla y corre. Es uno de los tantos vendedores ilegales y al ver a Carabineros escapó para no ser multado.

Entre escolares, ejecutivos y turistas, los lustradores llegan paulatinamente. Tras treinta minutos, Ahumada se repleta de asientos y cajones. Betunes, escobillas y tintas están listos para ser usados. En la arteria trabajan más de 120 lustradores, uno de los más antiguos es Pedro. Lleva 48 años aquí y al día lustra aproximadamente 35 pares de zapatos. Se caracteriza por narrarles historias a sus clientes. “En 1969, se puso la primera farmacia, ahora hay como 15. Los turistas siempre preguntan por qué hay tantas, ahí aparece la viveza del chileno para responder: la salud para Chile es primordial”, cuenta.

©Diego Urbina
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El reloj marca las 10. El sonido añejo al subir las cortinas de lata que cubren las tiendas marca que el día laboral empezó. Es tan grande la guerra por obtener sitios e instalarse que están unos pegados a otros. Incluso, existen locales de una tienda que colindan con su competencia. Pasan los minutos y los vendedores ambulantes se mueven de un lado a otro. Durante 20 minutos el rodar de sus carros sobre las baldosas rojas y negras marca el compás. Las baldosas son la única parte de la superficie que suena. Los pavimentos, de adoquines y hormigón resisten el paso de dos millones de personas a diario y no hacen ruido.

Segunda cuadra: historias en una taza de Café Haití

Entre Moneda y Agustinas aparecen los cafés y puestos de comida. El Café Haití, confeccionado con toldos y maceteros parece un intruso, proyecta una imagen distinta al lugar donde convive, a pesar de estar ubicado desde 1951 en el Paseo. Parece un café del Golf. Los clientes se instalan en alguna de las 25 mesas blancas que hay. Sus pedidos son atendidos por mujeres con un vestido negro con pintas blancas y un chaleco rojo. Ellas se convierten en las psicólogas de los empresarios. Estos pagan $1200 por un café que incluye una terapia psicológica. Solucionan sus problemas y vuelven al trabajo.

Siguiendo el camino, las casetas telefónicas también se hacen presentes. De ellas sólo queda la instalación de metal, los teléfonos no existen. Entre las cuatro cuadras de Ahumada hay doce. En el día sirven para que la gente amarre sus bicicletas y los vendedores sus carros, pero en la noche se trasforman en urinarios. Los quioscos también tienen gran presencia: hay 17 y el primero data de 1926.

©Diego Urbina
©Diego Urbina

Las bancas de madera también son un elemento clásico del lugar. A diario, gente de la tercera edad se sienta a leer. Una simple banca en el Paseo se transformó en mi mejor biblioteca”, comenta Federico Torreón, quien cada miércoles lee en la banca números tres ya que es a la que más le llega luz”. Existen 74 bancas, pero son pocas. La gente empezó a ocupar los maceteros.

Llegando a Agustinas, otro panorama aparece. 

Tercera cuadra: el amor en Ahumada

La oscuridad se hace presente. Los árboles más el edificio antiguo que utiliza Ripley cubren el sol. La multinacional ocupa el terreno que durante años fue el Hotel Crillón, lugar que representa el amor pasional que se observa en Ahumada. En 1941, la escritora chilena, María Luisa Bombal, abrumada por el desinterés de su amante, protagonizó una de las escenas más dramáticas y recordadas del hotel. Le disparó tres veces en el brazo.

Pero no todo es dramatismo en esta cuadra. A pocos pasos del hotel se encuentra el Banco de Chile, construido en 1925 por Alberto Siegel. Sus escalinatas han sido un histórico lugar de encuentro entre hombres y mujeres. “Las hombres se paran ahí a mirar niñas, ahí son vistos y se presentan. Muchos matrimonios han partido aquí”, narra Arnoldo, vendedor de corbatas.

Transcurre la tarde y llegan los primeros artistas callejeros. La larga escalinata sirve para crear un espléndido escenario. Los cuadros en el piso y las manualidades aparecen. Se está llegando al último tramo del Paseo Ahumada, el cual empieza en Huérfanos.

Cuarta cuadra: “Las esquinas más caras y con más caras”

©Rafael Martínez
©Rafael Martínez

La intersección de Ahumada con Huérfanos es la única parte donde la gente no se detiene al atravesar la calle. Desde 1974, esta vía fue confeccionada exclusivamente para peatones. Es el lugar donde más rostros se cruzan y está justo ubicada en el casco histórico del centro de Santiago. “Es el corazón de Santiago y lugar de encuentro de pobres y ricos, de bancarios y artistas callejeros”, expresa Sergio Benavente, quien vende textos jurídicos hace 15 años en ese punto.

Casualmente, 3 de las 4 esquinas de la intersección, conforman el cuadrado más caro del centro de Santiago. Los propietarios actuales de los edificios son los clanes familiares que ostentan los títulos de propiedad desde hace más de 100 años. El Banco Falabella utiliza el edificio propiedad de la familia Edwards. Al frente se encuentra un local de Farmacia Ahumada perteneciente a los Matte y a su derecha está el Banco Chile, cuyos dueños son el clan Luksic.

Los artistas y vendedores del Paseo

A las 19:00 horas, cuando el sol empieza a desaparecer, casi llegando a la Plaza de Armas aparece un elegante mimo. Como cada tarde, desde hace 8 años, se instala en una esquina a trabajar. De forma dinámica y entretenida durante horas tiene a todo el vecindario observándolo. Está preocupado: trabaja ilegalmente. Hace 5 años los artistas eran un eje central de Ahumada, pero hoy sólo pueden trabajar si cumplen una serie de requisitos, aprueban diversas pruebas y obtienen un permiso municipal.

Con el término del espectáculo también culmina el día en Ahumada y con ello, el Paseo nuevamente cambia.

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