El sol empieza a caer y el vientecillo, frío y salado, nos pega en la cara. Todo brilla en la luz dorada de la tarde. Estoy parada en la playa de Chanonry Point, en las Tierras Altas de Escocia, en el estuario de Moray: la playa de piedras zigzaguea al suroeste, estuario adentro, siguiendo la dirección de Inverness. Hacia el otro lado el Mar del Norte brilla en el horizonte. Y nosotros, las alrededor de cincuenta personas paradas en la playa, miramos y miramos el agua esperando que aparezcan las estrellas de la tarde: los delfines nariz de botella del estuario de Moray (Moray Firth).

Cada año, el estuario atrae a miles de amantes de los animales porque es reconocido como uno de los mejores lugares de Gran Bretaña para ver delfines y ballenas en su hábitat natural. De hecho, la zona interior del fiordo (Inner Moray Firth) está designada como una Zona de Especial Protección para fines de conservación de vida silvestre, y en el estuario se ha designado una de las áreas más grandes de protección marítima de Europa.

© Ana Allamand
© Ana Allamand

Aunque los delfines son los protagonistas, con un poco de suerte también se pueden ver marsopas y focas grises en el área; incluso aparecen ballenas de minke común, también conocidas como ballena enana. A lo largo del estuario hay varios puntos para ver delfines: Kessock Bridge, Fort George (donde además se puede visitar un fuerte militar que es una joya arquitectónica), Burghead, Hopeman y  Spey Bay. Sin embargo, Chanonry Point es probablemente el lugar más celebrado.

Chanonry Point es una punta de la pinza de tierra que actúa como un embudo de los peces que van subiendo del mar a los ríos en esta parte del estuario, y eso atrae a muchos delfines cazadores. A mayor cantidad de comida, más posibilidades de verlos. Durante el año, el peak de alistamientos es cuando los salmones están volviendo del mar a los ríos Ness y Beauty, listos para nadar corriente arriba y poner sus huevos en los ríos donde nacieron. Pero la gracia de este lugar es que, gracias a que es muy profundo muy cerca de la orilla, se puede ver a los delfines a un par de metros de distancia desde la playa. No se necesitan binoculares ni súper cámaras: los delfines están ahí, comiendo, jugando, luciéndose.

© Ana Allamand
© Ana Allamand

La presencia y actividad de estos cetáceos depende de las condiciones de la marea: aunque pueden aparecer a cualquier hora, el mejor momento es cuando la marea está recién subiendo. El truco es encontrar un punto donde haya mareas bajas e ir poco después del minuto más bajo. En los campamentos del área, desde junio y hasta agosto, una especie de correo de las brujas discute cuándo se han visto los delfines, cuántos fueron, cuánto rato estuvieron, y siempre hay alguien dispuesto a darte consejos para asegurar el avistamiento.

Otras maneras de ver los delfines en esta zona es tomar alguno de los barquitos que hacen paseos en el área o visitar Spey Bay, donde además está el centro de la Sociedad de Conservación de las Ballenas y los Delfines (Whale and Dolphin Conservation Society, la página web es muy entretenida para aprender de cetáceos)

Obviamente, verlos es siempre una apuesta: a veces los delfines no aparecen. Aunque el lugar es espectacular, la vista maravillosa y la tarde bella, y con eso ya me debiera dar por pagada, igual tengo la guata apretada esperando ver aparecer una aleta cada vez que el viento levanta una ola pequeña. Los niños gritan cuando la superficie se arruga. Los fotógrafos se doblan sobre sus cámaras, y todos nos ponemos en puntillas, como si eso fuera a atraerlos. Pero durante un buen rato son solo espejismos.

© Ana Allamand
© Ana Allamand

De repente, el agua parece bullir. Aparece una aleta. Alguien apunta y todos miramos en esa dirección. Aparecen dos delfines. Cazan, persiguen salmones, los vemos comer. Van de lado a lado, siempre cerca de la orilla, desapareciendo bajo el agua y apareciendo en lugares que no esperamos; no están muy activos, no hay grandes saltos, pero ahí están. Cada vez que reaparecen, alguien indica. El frío aumenta, pero aún hay luz. Algunos se empiezan a aburrir. Los niños se sientan. Las cámaras disparan y disparan fotos. La actividad empieza a bajar. Las aletas aparecen cada vez menos, hasta que desaparecen. Esperamos un poco más a ver si vuelven, pero el frío nos la gana. Nos miramos, hacemos un gesto, empezamos a caminar al auto. Miramos una última vez hacia atrás, pero no vemos nada. Nos vamos de la playa con la chochera misma y la sensación atómica de haber jugado con delfines en la Tierras Altas de Escocia.


Les dejo este video de la BBC de Escocia que nos muestra el fenómeno.

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...