De corteza rugosa, corchosa y con fisuras longitudinales profundas, el tayú del norte (Archidasyphyllum excelsum) es un ser de otra época. Endémico de Chile, este árbol empezó a desarrollarse en nuestro territorio justo después de la desaparición de los dinosaurios, hace unos 50 a 65 millones de años atrás, y con el tiempo, fue replegándose en ciertos sectores de clima muy particular, donde poco a poco ha ido desapareciendo.

Tayú del norte (Dasyphyllum excelsum) en Campo Los Maquis. Créditos: ©Tamara Núñez
Tayú del norte (Archidasyphyllum excelsum) en Campo Los Maquis. Créditos: ©Tamara Núñez

Sobrevive principalmente en escasas quebradas con características relictuales, es decir, en un espacio geográfico pequeño donde prevalece con dificultad por factores climáticos y la acción humana.

La especie forma parte del primer grupo de la familia Asteraceae, que fue una de las primeras en aparecer en el planeta. Es decir, es todo un fósil viviente. El género, como afirmó en 1959 el botánico argentino Ángel Lulio Cabrera, posiblemente tuvo su origen en las serranías de la costa del centro de Chile, desde donde emigró hacia gran parte de Sudamérica antes del levantamiento total de la Cordillera de Los Andes.

Su distribución natural actual es reducida, con sólo ocho poblaciones reconocidas, ubicadas en posiciones muy locales y de superficie restringida. Su presencia es notablemente discontinua, especialmente debido al cambio de uso del suelo para terrenos agrícolas, sin embargo, podemos admirar su belleza en distintos valles con cursos de aguas o en laderas protegidas con exposición sur, desde la comuna de Puchuncaví, en la Región de Valparaíso, hasta Molino Viejo, en la Región del Maule.

Se piensa que su distribución actual es solo una fracción de la que habría tenido en el pasado. De hecho, en la zona de Quereo, en la Provincia del Choapa, fuera de su actual rango de distribución, se han encontrado troncos fosilizados con una data estimada de más de 11.000 años.

Las razones principales a las que se puede atribuir su disminución son los incendios,  la tala de su madera para carbón, las plantaciones forestales y agrícolas, y la construcción de caminos. Asimismo, es una especie escasa, con poblaciones ubicadas en posiciones muy locales, por lo que es muy posible, como han indicado algunos expertos, que la intervención antrópica no haya más que acelerado un proceso natural de regresión biogeográfica, al cual están sujetos, por causas no conocidas, un cierto número de especies del mismo origen.

En 2020, su estado de conservación fue oficializado como En Peligro, y actualmente, se busca que sea catalogado como Monumento Natural, debido a su naturaleza relictual y su importancia cultural y ecosistémica. Sería la octava especie vegetal en entrar a esta categoría en Chile, junto a la araucaria, el alerce, el belloto del norte, el belloto del sur, el pitao, el queule y el ruil.

Tayú del norte (Dasyphyllum excelsum) de 800 años en Campo Los Maquis. Créditos: ©Tamara Núñez
Tayú del norte (Archidasyphyllum excelsum) de 800 años en Campo Los Maquis. Créditos: ©Tamara Núñez

Para conocer directamente a esta especie, nos dirigimos a la comuna de Puchuncaví para visitar a Marcelo Fernández, un agricultor de la zona, que en el patio de su casa, tiene un hermoso bosque nativo, con ejemplares antiquísimos de tayú del norte.

Marcelo Fernández en Campo Los Maquis. Créditos: ©Tamara Núñez
Marcelo Fernández en Campo Los Maquis. Créditos: ©Tamara Núñez

“El 80% del agua que toman estos árboles, lo reciben de la neblina, de la camanchaca. Aquí llovizna casi todos los días, porque esta zona es como una canaleta. Casi todos los días amanece nublado, así bien espeso, y cuando la neblina choca con los cerros, baja la temperatura, llovizna un par de horas y el árbol aprovecha de tomar agua”, dice Marcelo Fernández, mientras nos muestra sus árboles, algunos adultos y otros que van creciendo.

En el campo de Marcelo, ubicado en la comunidad rural de “Los Maquis” en Puchuncaví, sobreviven cerca de 100 ejemplares de esta reliquia vegetal, bendecidos por la humedad y las vertientes que les brinda la quebrada. Según nos cuenta en nuestra visita, Marcelo se levanta todos los días a las 5 de la mañana y trabaja hasta las 8 de la noche, para cuidar los árboles que ha heredado de su padre, y él, de su abuelo. Y así sucesivamente hasta fines del siglo XIX, cuando su familia, junto con los primeros colonos, llegaron a habitar a los valles de la comuna.

Este bosque de tayús del norte, que Marcelo ha luchado durante muchos años por proteger, es una de las poblaciones más antiguas de la región y del país, así como la más al norte de su distribución.

El terreno de Marcelo se divide en dos partes: una parcela de 6,5 hectáreas que esta al borde de la carretera F-20, que une las localidades de Nogales y Puchuncaví, donde crecen alrededor de 15 tayús del norte, uno de ellos, de 800 años de edad. Y la parte alta del terreno, la Quebrada del Tigre, de 138 hectáreas, donde crecen los árboles más añosos. Aquí nos encontramos con el anciano de la tribu, un ejemplar de entre 1.300 y 1.500 años de edad, emplazado en la parte alta de la quebrada, que se encuentra en su fase terminal. “Yo creo que es el primero de todos, el padre de todo el bosque. Debe ser el tayú más viejo de la región y quizás, de todo el país”, agrega Marcelo.

Tayú del norte (Dasyphyllum excelsum) de 800 años en Campo Los Maquis. Créditos: ©Tamara Núñez
Tayú del norte (Archidasyphyllum excelsum) de 800 años en Campo Los Maquis. Créditos: ©Tamara Núñez

Un bosque de preservación que resiste

Este hermoso bosque escondido en las quebradas húmedas de la localidad de Los Maquis -que significa árbol grande y frondoso en mapudungun- se mantuvo en secreto durante mucho tiempo. Pero, en los últimos años, ha saltado a la fama por la impertérrita lucha que han emprendido los propietarios del predio para protegerlo, ya que el proyecto “Relicitación Concesión Camino Nogales-Puchuncaví (CANOPSA)” del grupo ALEATICA -operador de infraestructura vial con 20 concesiones de transporte en Europa, México y Sudamérica, 9 Autopistas urbanas, 7 Corredores interestatales, 2 Puertos comerciales, 1 ferrocarril-metro ligero y 1 aeropuerto- amenaza con talar los añosos árboles.

Afortunadamente, los dueños del predio, con su conocimiento del territorio y la asesoría de un ingeniero forestal y un abogado, han logrado revertir los decretos de expropiación y parar el proyecto, haciendo valer la importancia de la preservación de estos árboles. Sin embargo, la lucha persiste. La familia sigue ingresando denuncias a la Superintendencia del Medio Ambiente por esta causa, realizando estudios y contratando abogados, y gracias a ello, ha logrado que CONAF rechace, en tres ocasiones, la tala de los árboles.

Vale señalar que la ampliación de la ruta F-20, carretera que atraviesa el valle central y llega al litoral norte de la región de Valparaíso, desde la comuna de Nogales hasta la localidad de Maitencillo, fue licitada por el Ministerio de Obras Públicas (MOP) y adjudicada a la empresa Canopsa (Camino Nogales-Puchuncaví S.A.) en agosto de 2016.

Tayú del norte (Dasyphyllum excelsum) en Campo Los Maquis. Créditos: ©Tamara Núñez
Tayú del norte (Archidasyphyllum excelsum) en Campo Los Maquis. Créditos: ©Tamara Núñez

La obra consiste en la modernización y ampliación de la infraestructura de la concesión, con una longitud de 43 kilómetros, dividida en tres tramos: ruta F -20 (27 kms), by-pass Puchuncaví (7 kms) y variante Ventanas (9 kms). Esto contempla, entre otras cosas, la ampliación de dos a cuatro pistas de la carretera y la construcción de un nuevo acceso a la localidad de Maitencillo, lo que implica una nueva ruta de 14 kilómetros.

Para la realización de esta ruta, el trazado original propone quitar una curva que se encuentra justo en las afueras del terreno de Marcelo, y para ello, pasar sobre el lugar donde hoy descansan cerca de 15 tayús del norte, uno de ellos de 800 años de edad y otro catalogado como semillero. “Me atrevo a decir que es el único semillero registrado de tayú del norte en la quinta región”, puntualiza.

Tayú del norte (Dasyphyllum excelsum) semillero en Campo Los Maquis. Créditos: ©Tamara Núñez
Tayú del norte (Archidasyphyllum excelsum) semillero en Campo Los Maquis. Créditos: ©Tamara Núñez

Para la realización de esta ruta, la concesionaria solicitó a CONAF una excepcionalidad de intervención y/o alteración de hábitat de individuos de las especies en categoría de conservación, con la intención de talar no solo tayús del norte, sino que también bellotos del norte (Beilschmiedia miersii) y naranjillos (Citronella mucronata), también en peligro de extinción. Sin embargo, esta solicitud ha sido rechazada por CONAF en tres ocasiones.

Actualmente, el proyecto se encuentra parado y su trazado original, al no contar con un informe que justifique su carácter de imprescindible, es considerado como inviable.

Semillas frágiles: la laboriosa tarea de reproducción del tayú del norte

Brote de tayú del norte (Dasyphyllum excelsum) en Campo Los Maquis. Créditos: ©Tamara Núñez
Brote de tayú del norte (Archidasyphyllum excelsum) en Campo Los Maquis. Créditos: ©Tamara Núñez

Con la misma fuerza con la que ha dado la batalla para proteger el bosque nativo que crece en su predio, Marcelo ha encabezado toda una cruzada para lograr reproducir sus tayús del norte, cuyas semillas son muy frágiles. Según estudios científicos, el 99,9 % de su semilla es vana, es decir, no germina, lo que genera serios problemas de propagación. Es por esto que la mayoría de los ejemplares que quedan son bastante antiguos, convirtiéndose cada uno de ellos en un verdadero fósil viviente.

“Es muy complejo. De 1.000 semillas, con suerte germinan cinco. Además, son muy sensibles a los hongos. De las que germinan, yo diría que se muere el 98%. De las pruebas que yo he hecho, ha sobrevivido aproximadamente el 0,1% de las semillas, es decir, casi nada”, agrega, mientras nos va mostrando los árboles maduros, de distintas edades, y los nuevos brotes. Gracias a sus esfuerzos, a la fecha ha logrado desarrollar más de 50 tayús del norte adultos, los cuales va plantando en su terreno, a medida que van creciendo.  

Para explicarnos su método, Marcelo nos cuenta cómo pone a germinar las semillas en compost y tierra de hoja, al pie de los árboles, y nos muestra cómo cubre, una a una, las semillas con paja o maleza para preservar la humedad y protegerlas de los picoteos de los pájaros y de los conejos. “Según lo que me han contado los ingenieros forestales, la semilla dura unas 4 horas al sol y se muere, entonces necesita estar cubierta. (…) Así me salieron todos estos brotes y los árboles que están plantados más allá”, comenta, mientras recorremos su vivero al aire libre.

En Los Maquis también crecen otras especies en peligro de extinción, como el canelo (Drimys winteri) –el árbol sagrado del pueblo mapuche-, el belloto del norte (Beilschmiedia miersii) -declarado Monumento Natural- y el naranjillo (Citronella mucronata). Por ello, este pequeño retazo de naturaleza, perdido entre las quebradas de la comuna de Puchincaví, se constituye como un verdadero bosque nativo de preservación.

“Cada vez voy plantando más arboles y les voy cambiando la figura (a la concesionaria), entonces, cada vez que vienen a catastrar, hay más árboles que la vez anterior. Todos los días les cambio la figura. Por ejemplo, si vinieron ayer a tomar la información ambiental, ya mañana cambia porque ya planté otros dos árboles. Plantar es una forma de seguir protegiéndolo”, finaliza este «guardián de los árboles», mientras admira, una vez más, los frutos de su trabajo.

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